Un gin no se construye como una receta de cocina.
Se compone como una sinfonía. Y cada botánico, si está bien elegido, no solo aporta, conversa.

 

I. El inicio de la conversación

Imaginá una sala sin luz, donde cada botánico espera su turno. El enebro, el coriandro, la raíz de angélica. Cerca, algún cítrico listo para brillar. Más allá, una flor tímida, una especia curiosa. Todos ahí. En silencio. Hasta que el fuego enciende el alambique, el calor sube de a poco, el cobre se activa y el vapor comienza a correr.

Entonces, empienzan a hablar.

No se gritan. Se escuchan, se superponen, se moderan. Porque el buen gin no es un grito de aromas, es una conversación molecular.

Y como toda buena conversación, tiene química. 

Se comunican con moléculas. Ese idioma esta compuesto por los terpenos.

Son compuestos orgánicos volátiles que se evaporan con el calor y viajan directo a tu nariz.
No se ven. No se oyen. Pero se sienten.
Son los responsables de que un gin huela a bosque después de la lluvia, a cítrico brillante o a flor silvestre al amanecer.

 

II. ¿Qué dice cada uno?

  • Enebro: “Soy la estructura.”
    Presente en cada gin legítimo, el enebro es el corazón aromático. Rico en terpenos como α-pineno y sabineno, define la columna vertebral del perfil.
    Es seco, resinoso y profundo.
    Sin él, el gin no es gin.

 

  • Coriandro: “Soy la chispa que levanta al enebro.”
    Aunque es un complemento, su impacto es vital. Aporta notas cítricas y especiadas, con alta carga de linalool y limoneno.
    No interrumpe: expande.
    Es el botánico que transforma un perfil plano en una experiencia dinámica.

 

  • Raíz de angélica: “Soy el lazo invisible.”
    No busca protagonismo. Su tarea es técnica y sensorial.
    Actúa como fijador aromático, prolongando la duración de los compuestos volátiles en el aire y en boca.
    Es el silencio que permite que los otros suenen mejor.

 

III. ¿Y los demás?

El resto de los botánicos (herbales, florales, especiados, cítricos, amaderados) no vienen a gritar su presencia, sino a sumarse a la conversación.

  • Algunos abren el perfil con frescura.

  • Otros generan volumen y cuerpo.

  • Algunos aparecen fugazmente, como un destello retronasal.

  • Otros se quedan, creando un eco persistente.

Pero todos deben entender su papel y no competir por atención.

 

IV. ¿Cómo se entienden?

La sinergia entre botánicos se basa en química sensorial. Estos son los principios fundamentales:

  1. Compatibilidad molecular
    Terpenos con estructuras afines se refuerzan. La armonía nace de la afinidad, no de la repetición.

  2. Contraste balanceado
    Aromas opuestos (dulce/seco, fresco/cálido) pueden realzarse si están bien dosificados.

  3. Distribución por volatilidad
    Algunos compuestos se liberan al inicio de la destilación, otros al final. El arte está en lograr un perfil que evolucione y se sostenga.

  4. Fijación y persistencia
    Ingredientes como la raíz de angélica ralentizan la evaporación de los aromas más frágiles, haciendo que el gin "permanezca" más tiempo en nariz y paladar.

 

V. El destilador como compositor

No se trata de agregar ingredientes hasta que “huela rico”.

Se trata de diseñar una experiencia sensorial con arquitectura:

  • Estructura (enebro)

  • Movimiento (cítricos y florales)

  • Profundidad (especias, raíces)

  • Unión (fijadores)

 

Cada gota que sale del alambique es el resultado de decisiones moleculares invisibles pero precisas.

 

VI. Conclusión: el gin no se hace, se compone

Un gin no se define por su lista de ingredientes, sino por cómo estos se escuchan entre sí.

En Navegante, creemos que cada botánico tiene una voz, pero solo algunos saben escuchar.

Y en esa escucha nace el equilibrio.

 

Una sinfonía en forma líquida.
Un mapa aromático trazado con fuego.
Una conversación que empieza en la copa y sigue en el paladar.

 

Bitácora de Navegante